¡Empieza la aventura!

Para lograr un sueño hay que perseguirlo y perseverar en él, sin perderlo nunca de vista, por difícil que parezca.

Cuando era pequeña, ponía a mis muñecos frente a mí y les explicaba lo que habíamos dado en clase ese día -sin embargo, cuando alguien me preguntaba que qué quería ser de mayor, respondía contundentemente que MÉDICO, sin lugar a dudas-.
Luego llegó «mi muñeco» particular, también conocido como Carlos, mi hermano pequeño. Y pensé… para qué enseñar a los muñecos, si a fin de cuentas, no parece importarles mucho el tema, pudiendo ser la «seño» de mi hermano. Y éste sí que me hizo caso… y tanto.

Sin embargo, tras no mucho tiempo, me di cuenta de que era yo quien realmente estaba aprendiendo de él, y descubrí el placer que suponía la enseñanza, pues te permitía aprender a la par que enseñabas a otros… ¡Y gratis!  Y comencé a verlo claro, y puse todos mis esfuerzos en ello -con el apoyo constante de mamá Antonia quien, en los momentos críticos, sin decir nada, siempre sabía cómo guiarme hacia donde yo quería llegar-.

Entonces llegaron las clases de guitarra, las tardes de clases particulares, el análisis morfosintáctico, las clases de verano para niños (y no tan niños), las noches de baby-sitter y «mamá» a domicilio, y Diego, y Gema, y Fátima y Antonio y Lidia y Pablo y los gemelos y Carlos y Gabi y Víctor e Ignacio e Inma… ¡Mamma mía!

Y la facultad, obviamente, yo sabía que la mía no podía ser otra que la de Ciencias de la Educación (a pesar de las constantes insinuaciones de la de traductores, ¡casi lo consigues y todo, zalamera!) , y allá que fuimos, mi padre y yo, yo y mi padre -dos catetos en la ciudad, y con tanta honra y orgullo que no nos cabía en el pecho, presumiendo yo de él y él de mí, y la de veces que nos quedan que presumir el uno del otro-.

Y comenzó la diplomatura en Educación Infantil, y la licenciatura en Psicopedagogía, y el máster en Psicología Social y el doctorado en Psicolog… Ciencias de la Educación, que no vale desviarse del camino, bendita burocracia, hasta tú vas a serme útil en el camino.

Me pasé de la media… pero esta vez no ha sido en sentido positivo.  Ha sido mi primer tiempo, una ronda de autoconocimiento, como en una primera marathon, esto es solo un entrenamiento -prometo ir mejorando mi marca personal-.

Ahora, con la mano firme y un objetivo tan idílico al final del camino, iniciamos la aventura contando, además, con la mejor de las compañeras de viaje, con las magníficas aportaciones de mi gran marido, copiloto en este soñado viaje espaciotemporal -TARDIS incluida- y las pilas que nos recarga cada sonrisa del pequeño Héctor, sobre quien recaerá cada una de las locas ideas que se nos vayan ocurriendo a lo largo de este viaje, esperemos le sean gratas.

Por todo ello, y parafraseando -a mi manera- al incomprendido Darth Vader:
– «Que los sueños te acompañen.»

«Cuando nada es seguro, todo es posible»